martes, 2 de junio de 2009

El maestro Pascual se ha quedado ciego

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El coliseo Pedro Julio Nolasco es un óvalo que puede albergar a más de tres mil personas, entre ellas y desde su creación, al destacado maestro de boxeo Víctor Pascual Linares.

Por esa razón hoy, Víctor, solitario, sin pie de amigo ni lazarillo y totalmente ciego, camina todos los rincones del antiguo escenario tropezando con sus mejores recuerdos, pero sin poder disfrutarlos como años atrás.

Ahora camina por un hostil y ruidoso mundo.

El bullicio de los fanáticos y visitantes, las turbinas de motocicletas y carros le matan la paz espiritual y cada noche le espantan el sueño.

“Estoy viviendo horas amargas, quizás no puedo quejarme de las autoridades, pero ya no puedo vivir aquí, me siento atrapado y sin descanso”, explica.

A raíz de los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en la capital en 1974, el trabajo de Pascual Linares fue ponderado por el gran número de peleadores que aportó al seleccionado que representó el país, incluyendo el medallista de bronce Francisco Sánchez Grateraux.

Ya para 1975 la selección nacional de boxeo estaba conformada por un número superior a la mitad de miembros nativos de la ciudad de La Romana y fue entregada a Víctor por su gran trabajo.

El equipo fue patrocinado por el Central Romana, lo que facilitó que también la sede fuera esta ciudad, bastión de la región Este.

Las manos de Pascual fueron como pulidoras de diamantes en el campo del boxeo olímpico dominicano, creando figuras como Eleoncio Mercedes, Luis –Cucuso- Santana, Jorge –Salchichón- Amparo, el medallista olímpico Pedro Julio Nolasco, Miguel Mercedes, Francisco Sánchez Grateraux, José Caba, Pablo Báez, Lucilo Nolasco, Silverio de Aza, Manuel de Jesús Herrera, Melvin de León, Fausto Mercedes, Héctor Julio Ávila, Juan Sefilier Herrera, entre otros.

Esas generaciones de boxeadores conquistaron un cofre de hermosas medallas, de todos los calibres, al país, incluyendo la primera presea olímpica en 1984, conquistada por Pedro Julio Nolasco.

“Fueron grandes momentos del boxeo de La Romana, del pugilismo a nivel nacional, de la juventud dominicana que concentramos aquí sanamente; pero quedar ciego es el golpe más doloroso que he sufrido en la vida, saber que muchos de los boxeadores que desde un tiempo acá salen de aquí pueden tener algún defecto técnico y yo presente, bueno, es como si no estuviera ya, porque no puedo verlos, ya no soy importante para ellos porque realmente no puedo ayudarlos y eso me mata cada día, no poder ayudar” reflexiona el otrora forjador de grandes figuras del boxeo romanense.

Ayuda pírrica El otrora hacedor de campeones romanenses afirma que su mayor deseo es poder salir del coliseo, porque lejos de alegrarse cuando escucha las prácticas y los programas de boxeo se atormenta y sufre al no poder ver lo que ocurre. La situación económica del ex entrenador no es paupérrima, sin embargo, no suficiente.

“No estoy de dar pena, yo cobro en las Viejas Glorias, en la Sedefir, en el Central Romana y como sargento del Ejército Nacional”, detalla.

Más, estas entradas económicas son muy limitadas ante el costo de la vida y los gastos de un padre soltero, ciego, con tres hijos.

“Mis hijos son mayores todos, perdí uno hace dos años en un accidente, pero la más pequeña es una menor, la cual está parida y yo tengo que suplirle todo a ella y al nieto”, revela.

¿Último deseo?
Víctor, de 68 años, estaría dispuesto a sacrificar parte de los exiguos ingresos que recibe, con tal de salir a una vivienda propia, ya que considera que la tranquilidad vale mucho o más bien, se paga cara.

“Yo tengo cuatro pensiones, cobro 10 mil pesos de las Viejas Glorias; el Central Romana me da 4 mil; cinco mil como sargento del Ejército y 4 mil pesos de la Sedefir”, detalla.

En total, recibe 23 mil pesos al mes para mantenerse junto a sus familiares, y aunque no paga casa, quiere salir de la morada que habita dentro del coliseo, pero que lejos de ser un hogar, cree es una tortura.

“Me gustaría que me dieran ese último chance, no quiero morir aquí en esta zozobra, ya el coliseo no es bueno para mí, quisiera estar en un lugar más tranquilo donde pasar los días que me quedan”, solicita.

LA RAZÓN DE SU CEGUERA ÉL LA EXPLICA ASÍ:
“Mi problema empezó hace muchos años, cuando fui boxeador profesional, le gané a Tití Ozuna a quien trajeron desde Puerto Rico como una gran promesa, luego que me levantaron las manos, un fanático me llamó, me acerqué –pensé que me iba a felicitar- cuando bajé la cabeza para que me hablara…

¡Pi-pam! Me dio con una manopla que desperté en el hospital; hubo un desprendimiento de retina , me operaron y con el tiempo el ojo izquierdo me dañó el derecho”


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