VALENTINA SHEVCHENKO QUIERE NACIONALIZARSE

Por Roxabel Ramón
Corresponsal

Cusco. La rubia atraviesa sola la plaza de Armas de Cusco. Viste jeans apretados, zapatillas y se ha puesto colorinches de dudoso estilo inca. Es pequeña, de sonrisa infantil y mirada expectante. Para los agazapados bricheros pelilargos que hace rato la otean desde sus umbrales-cueva, la extranjera luce como la presa perfecta. Se equivocan. No será fácil abordarla a menos que alguien pelee mejor que ella.

Sucede que Valentina ‘The Bullet’ (“La Bala”) Shevchenko solo se dejará cautivar por “esa mezcla entre fuerza y técnica de lucha”. Requisitos que parecen alcanzables hasta que se revisa el currículum de esta rusa de 21 años: cinco veces campeona mundial de Muay Thai (como el box, pero con patadas, codazos, rodillazos), dos veces campeona mundial de kickboxing y campeona mundial de valetodo.

La Bala Shevchenko vive casi un año en nuestro país. Llegó invitada por el campeón sudamericano de Muay Thai, el peruano Frank Paredes, para dictar un taller en el dojo Moving Zen de Miraflores. Valentina aceptó porque luego de noquear a las mejores del mundo (a Wipawat Lasuwan la tumbó con roche en su propia Tailandia, cuna del Muay Thai) se había quedado sin rivales de su talla y estaba aburrida.

¿Y guarda alguna relación con Andrei Shevchenko, uno de los delanteros más efectivos del planeta, ex jugador del Chelsea inglés, el Milan italiano y hoy en el Dinamo de Kiev? “Mi papá es ucraniano, como él, pero no tenemos nada más en común”, asegura Valentina y recuerda que suele ser una pregunta muy usual luego de que la gente conoce cómo se apellida.

LA SHEVCHENKO QUIERE SER PERUANA
La rusa (más propiamente de Kirguistán, país de la ex Unión Soviética) piensa quedarse en el país por muchos años. “La comida es rica, los paisajes son hermosos y la gente es cálida”, simplifica. Luego revela que junto a su entrenador Pavel Fedotov y a su hermana Antonina (tricampeona mundial de Muay Thai) pedirán pronto la nacionalidad peruana.

Confiesa que para ser aceptada, peleará este 2 de octubre en la Bombonera del Estadio Nacional, defendiendo al Perú contra la una reciente revelación de las favelas brasileñas, la brava Mahala Rocha de Morais. “Es buena y por eso me estoy preparando duro”, dice con modestia Valentina.

BUSCANDO SU CENTRO EN EL OMBLIGO
Si una vez cambió su balneario en el Mar Negro por nuestra Costa Verde, ahora se queda con las orillas del río Urubamba, donde entrena con piedras y troncos, fiel a los preceptos de las artes marciales orientales. Hace tres semanas, la Bala se mudó a Cusco en busca de su centro (su “chaupi”, en quechua). Acá alterna la concentración al aire libre con su rutina en una filial del Moving Zen, donde se mide solo con hombres. “Nos da duro en el ring”, comenta Dino Mingione, experimentado luchador cusqueño mientras la observa patear a un rival imaginario.

The Bullet ha cambiado su atuendo de turista por un breve uniforme que deja al descubierto un tatuaje de panteras negras en unos de sus brazos y varios moretones. Hace frío en Cusco, pero ahora mismo ella suda y enrojece y sus golpes suenan como látigos por todo el cuadrilátero. La De Morais no querría estar allí adentro.

Para inspirarse pone lezginkas, canciones de su región caucásica. Cuando las patadas terminan y las lezginkas suenan con más fuerza, la luchadora se convierte de súbito en una espigada bailarina. Salta del ring y empieza a girar por todo el gimnasio como si llevara una falda larga. Según Fedotov, el traje típico -que valentina dejó en Kirguistán- lleva como adornos unas balas de verdad.

Ella cultiva la danza, al igual que el Muay Thai, desde los cinco años, para no perder la femineidad. “Una mujer tiene que ganar en el ring, pero sin dejar de verse bonita, por eso lo tenemos más difícil que los hombres”, sentencia.

Una explicación imprescindible: Valentina es descendiente de los Kazak, una conocida etnia guerrera del sur de Rusia. Su abuela materna disparaba la escopeta y su madre fue cinturón negro de Tae Kon Do.