No tiene lujosos gimnasios ni ningún equipo a su disposición; entrena corriendo de madrugada por las calles, golpeando con sus puños las piezas de carne colgadas del techo del matadero donde trabaja su cuñado. Pero Rocky logra llegar a lo más alto del boxeo. En Trubia hay quien sigue su ejemplo. Del final de una empinada pendiente, una 'caleya', tres veces por semana se escuchan los gritos de Jesús María Suárez: «¡Sube la mano derecha, no la bajes nunca!». Hace un mes que, junto con cinco amigos, constituyó el Club de Boxeo Trubia, «el único exclusivo para este deporte».
El garaje de una vivienda de pueblo -antaño probablemente cobijo del ganado, antes de que la armas y la industria química se apoderaran del valle- se ha transformado en un humilde gimnasio. Un ring fabricado con paneles de madera y dos sacos de boxeo, pendidos de las resquebrajadas vigas, llenan los 100 metros cuadrados del local, construido con desiguales piedras. Los ocho jóvenes, que desde marzo entrenan con Suárez, no necesitan más, al igual que Rocky, no aspiran a vencer al campeón del mundo.
Ya de niño, el promotor de la idea era un gran aficionado al boxeo. Contaba 8 años cuando comenzó a entrenar en Oviedo, en aquella época, cuando la televisión retransmitía combates, que encandilados observaban jóvenes de todo el país. «Ahora el boxeo está a la sombra. No importa que sea un deporte olímpico. Lo que nosotros queremos es dar una oportunidad a quienes quieren probar», explica Suárez con indisimulado entusiasmo.
Todo -guantes, sacos, protectores- sale de su bolsillo. Lo hace porque es un enamorado del deporte que, dice, «da menos golpes que la vida y las mujeres». Y con agradecimiento lo reconocen sus pupilos, llegados desde Gijón, Cornellana, León e incluso un oriundo de Vallecas. «Si yo llego a algo, tú conmigo», le garantiza con acento madrileño David Molina, el aprendiz más joven. Tiene 18 años y desde hace poco vive en Trubia. Nunca había practicado el boxeo, pero el año que viene debutará en categoría amateur. Junto a él se estrenará Daniel Riesco, quien conoció el club por un compañero de trabajo: «Voy a probar a ver cómo es un combate de verdad».
Tienen pocos medios, incluso deben ducharse en casa, pero, aseguran, no abandonarán a Suárez, enfrascado en conseguir patrocinadores para mejorar las instalaciones. «Quiero ayudarles, pero no soy Don King», concluye.
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sábado, 28 de noviembre de 2009
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Ocho jóvenes entrenan en un humilde gimnasio equipado por seis amigos, que han creado un club para promocionar el deporte
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