jueves, 15 de octubre de 2009

Pensión por castigo

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Por Jake Rossen
Sherdog.com

El peleador a los 25 años de edad tiene un cuerpo con buena predisposición para ser entrenado. Puede recibir abuso repetido y repararse. Puede pelear cuatro veces por año -- o cinco o siete -- si desea. Si sufre un daño significativo (huesos quebrados, ojos dañados, músculos desgarrados) se recupera más temprano que tarde..


Y recibe atención. Mucha atención. De los patrocinadores, los fanáticos que admiran sus habilidades y las mujeres. Puede cerrar un club nocturno en la semana de la pelea y no sufrir las consecuencias. Cobra un salario decente, entrena subsidiado por el dinero de los patrocinadores y recibe lindos bonus cuando pelea. No es un campeón, por eso no puede comprarse la Escalade en este momento, pero puede pagar la hipoteca todos los meses.

El peleador a los 35 tiene lesiones recurrentes. Le cuesta más levantarse de la cama, las rodillas le duelen luego de las sesiones de gimnasio y suele tener que disculparse después de las peleas por su rendimiento -- habitualmente mediocre, resultado de un cuerpo que ya no hace lo que le dicen. La chance por el título es en un duelo de squash. Su cabeza anda rascando el cielo.

El peleador a los 40 no sabe qué más hacer para subsistir. Acepta peleas en shows regionales por migajas, pero los acumula, y todo suma. Lo mismo pasa con las concusiones y los relajantes.

A los 45, ya no tienes rodillas, por lo que debes limitarte a pegar puñetazos. El problema es que tus manos están artríticas y tienes que rogarle a tu esquina para que te hagan un buen vendaje. Intercambiaste tu cuerpo por algunos bonus y algunas mujeres y algunos gritos de los fanáticos. Y cuando eso finalmente se hace sentir, explotas.

El 6 de octubre, Junie Allen Browning -- un peleador mediocre que se dio cuenta que podía transformar su actitud molesta en una serie de cheques -- se tomó 16 pastillas de pildoras anti ansiedad, conocidas como Klonopin, en un intento por suicidarse o volver a llamar la atención de la prensa. Fue llevado al hospital y amenazó a los medicos. La misma semana, fue despedido de la UFC. Su última pelea, hace seis meses, fue una derrota contra Cole Miller.

Previamente este año, Josh Neer fue arrestado por manejar borracho y escapar de la policia. El verano pasado Quinton Jackson se puso en peligro a sí mismo y a otros por conducir peligrosamente. Jon Koppenhaver agredió a un hombre fuera de un club nocturno en 2007, ahorcándolo hasta dejarlo inconsciente. Mirko Cro Cop Filipovic declaró que deseaba ahorcarse luego de su más reciente derrota. La esposa de Mike Guymon le quitó un arma, luego que éste intentara matarse. Justin Levens tuvo más éxito, matando a su esposa antes de suicidarse. Jeremy Williams se pegó un tiro en su auto. Evan Tanner caminó hacia el desierto y nunca más fue visto con vida.

Como en muchos deportes que conllevan un trauma físico serio con pagas modestas, las artes marciales mixtas están encontrando su ratio de mortalidad, aunque no en la forma que los críticos esperaban.

J.R. Minkel, un científico americano, recientemente escribió un artículo para Real Fighter explorando el cerebro de los atletas de combate -- no es el abuso sufrido, sino los caminos neurálgicos creados o dañados por la elección de carrera y la ingesta diaria de la misma. Citó a varios psicologos de las Universidad de Florida, quienes habían realizado una encuesta entre peleadores y luchadores. De los 400 que respondieron el cuestionario, casi un cuarto mostraba signos de depresión.

¿Es esto una sorpresa para alguien? Piensen en las chances de rendir al máximo en los 15 o 25 minutos cuando más cuenta. ¿El salario de alguien se remite normalmente a lo hecho en menos de media hora cada dos o tres veces al año? Incluso los trabajos que requieren algún tipo de presentación estelar en público permiten algún fallo. Pero en el mundo de las peleas, sólo una caída alcanza.

La presión emocional es abrumadora; el castigo físico se acumula. Las concusiones han sido inexorablemente asociadas a la depresión -- casi el 40 por ciento de las lesiones de cabeza pueden resultar en problemas neurológicos que lleven a un cambio de ánimo, según el Montreal Neurological Institute of McGill University. Cuenten las concusiones sufridas en los entrenamientos y no sería mala idea comprar acciones en Pfizer.

Hay reales problemas en el horizonte para la mayoría de los atletas en este deporte que pierden tanto como ganan, que van haciendo su camino y nunca experimentan los frutos financieros ni recompensas emocionales de un campeón. Ya se están lastimado y a otros -- y el deporte apenas ha comenzado. El boxeo, hogar de un más largo legado de castigos que la gente ama, arrasta en su haber 60 suicidios cometidos por sus participantes en las últimas décadas.

El comportamiento de Jackson el último verano fue desesperado -- salvaje y lleno de excusas que involucraban bebidas energizantes y habladurías religiosas. Para un hombre que suele ser el centro de atención, todo lo que se necesitó fue una derrota para perder la cordura.

¿Qué vamos a hacer entonces al respecto? Como cualquier aflicción, las medidas preventivas suelen ser ignoradas. Más atención debe prestarse a la salud de los cerebros de los peleadores -- no sólo realizando resonancias antes y después de las peleas, sino pagándole a profesionales de la salud mental para que evalúen a los peleadores durante toda su carrera. Los negocios suelen emplear psicólogos para ayudar a los empleados a lidiar con eventos traumáticos. En la MMA, cada pelea es un evento traumático.

Nadie parece demasiado preocupado por las repetidas concusiones, un problema compartido por la NFL y un número creciente de atletas auqe viven vidas miserables después del retiro. Los atletas que han sufrido lesiones en la cabeza en múltiples ocasiones necesitan hablan con alguien para que les enseñe a vivir sin una audiencia.

Lo que me da orgullo al observar este deporte es el record casi invicto en cuanto a supervivencia. Suele ser un evento visceralmente desagradable -- hematomas, sangre, gritos -- pero no se lleva vidas, un hecho que me enorgullece dejar en claro cuando surge el debate. Ahora me doy cuenta que eso está mal; está sucediendo, pero en maneras tan subversives que nadie se da cuenta.

El peleador a los 50 no es deprimente. Es optimista

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