jueves, 4 de marzo de 2010

Una vida entre el ring y los ‘ganchos’

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POR MIGUEL ÁNGEL SALES:
No se imagina su vida sin el boxeo. Es más, está convencido de que subirá al ring todos los días mientras pueda. Es su gran pasión y el deporte al que se ha dedicado en cuerpo y alma. Manolo Pérez cumplirá en mayo 61 años y desde los 14 no ha hecho otra cosa que vivir por y para el boxeo. Más de nueve lustros en acción y por la mente todavía no se le ha pasado abandonar. Cada día por la tarde se desplaza al gimnasio del Ciutat de Castelló para adoctrinar a sus pupilos del Club La Unión, del que fue fundador en 1978.

Tanta dedicación ha tenido su recompensa y recientemente la Federación Valenciana de Boxeo, de la que es delegado en Castellón, le impuso la insignia de oro y brillantes por su dilatada trayectoria. Y es que son ya 46 años, es decir, toda una vida intentando situar al boxeo como referente.

Pero tantos años dan para mucho y no todo han sido alegrías. Como él mismo reconoce, “el boxeo me lo ha dado todo, pero también te llevas muchos disgustos. Hay momentos en los que estás a punto de renunciar, pero entonces piensas en las cosas buenas que te aporta y decides seguir luchando para conseguir los objetivos previstos”.

Y entre lo positivo del boxeo, Manolo Pérez no duda en afirmar que ha podido “ayudar a muchas personas a encauzar su vida. Muchas veces han llegado al club jóvenes con problemas y que gracias a este deporte han enderezado el rumbo y subir al ring ha sido su tabla de salvación”.


UZKUDUN, SU PRIMER ÍDOLO // Y es que para el entrenador decano de la provincia, el boxeo es un deporte noble. “Si no pensara esto, nunca hubiese dejado que mis hijos subiesen a un ring”, señala. Y las excelencias de este deporte comenzó a descubrirlas en su Córdoba natal cuando tenía 11 años: “Recuerdo que leía los recortes de prensa y me apasionaba. En aquella época se hablaba mucho de Paulino Uzkudun, que ya se había retirado, pero lo había sido todo en España. Mi sueño era poder seguir sus pasos y con 14 años competí por primera vez”.

Fue el punto de partida a su dilatada carrera, que todavía sigue en activo. Pero como púgil no pudo competir muchos años, debido a una lesión. Con 24 años se rompió el metacarpiano de la mano y el codo. “Los médicos decidieron escayolarme y yo sabía que era lo peor. Había hecho mis estudios de masajista y tenía nociones. Estuve mucho tiempo de baja y aunque después pude volver a pelear, ya no fue igual”, argumenta Manolo Pérez, que recuerda su último combate en Salamanca con 45 años. Entonces ya llevaba dos décadas como técnico, después de estudiar en el Inef de Madrid.


la familia, presente // El boxeo le ha permitido viajar por todo el mundo. Y mientras daba sus primeros pasos llegó a Castellón. “Mi padre era ferroviario y con 18 años me vine aquí, donde conocí a mi mujer. Por eso me considero castellonero”, argumenta.

En la capital de la Plana creó una familia, que es la única pasión que no supera al boxeo. Tanto es así que renunció a la plaza de seleccionador nacional --puesto que ocupó desde 1978 hasta 1983-- para ver crecer a sus hijos: “A veces tenía que estar dos meses seguidos sin pasar por casa y viendo que no podía disfrutar de los primeros años de mis hijos, decidí abandonar el cargo”.

Ambos han seguido sus pasos y también se han dedicado al boxeo, sobre todo Marco, que tras competir, ahora le ayuda como entrenador.

Pero como vivir de este deporte es imposible, Manolo Pérez lo ha compaginado con un trabajo, que siempre ha estado por debajo de su afición. “He perdido trabajos por el boxeo, pero no me arrepiento”. Tras ser mecánico de mantenimiento, los últimos 20 años ha sido celador del Patronat d’Esports. Su vida no se entiende sin el deporte.

fuente:http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/noticia.asp?pkid=539271

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