lunes, 8 de febrero de 2010

El ex boxeador José María Ibáñez correrá la distancia entre Palencia y Santander

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Fuente: El Norte de Castilla.es

La historia tradicional relata que Filípides (530 a.C.-490 a.C.), un heraldo ateniense, fue enviado a Esparta para pedir ayuda cuando los persas desembarcaron en Maratón (Grecia). El recorrido era de 240 kilómetros y lo completó en dos días. Luego, corrió 42 kilómetros, desde el campo de batalla en la ciudad de Maratón hasta Atenas, para anunciar que los griegos habían vencido a los persas en la batalla de Maratón (490 a.C.), diciendo al llegar: «Hemos vencido», y, al instante murió pero no de cansancio, sino por la heridas de la batalla, ya que al parecer Filípides había recorrido varias veces los 166 kilómetros que separaban Esparta de Atenas para llevar mensajes entre las dos ciudades.
En pleno siglo XXI, Palencia también tiene a su Filípides particular, y se llama José María Ibáñez Arenas (Palencia, 4 de agosto de 1957)uno de los seis hijos de Nicolás y Clementina, que se ha propuesto recorrer los doscientos kilómetros que separan Santander de la capital del Carrión el próximo día 19 de marzo por una noble causa: apoyar la lucha contra el cáncer.
Arenas, que fue campeón de España profesional de boxeo, tiene cuatro hijos (Estefanía, María José, Carlos y Alicia), y en la actualidad lleva cinco años trabajando como soldador para una empresa auxiliar de Renault, aunque con anterioridad estuvo durante treinta años de panadero. «Voy y vengo al trabajo corriendo desde mi domicilio en la plaza de San Juanillo. En total, hago veinte kilómetros, diez de ida y otros tantos de vuelta, así que este tipo de retos no me asustan».
El ultrafondista palentino se inició a los catorce años en el mundo del deporte, eligiendo el boxeo, una modalidad en la que compitió durante catorce temporadas. Se proclamó campeón nacional en 1986, dentro del peso superpluma (59 kilos), perdiendo el título en Cangas de Morrazo. En 1990, realizó su última pelea en Zaragoza, donde fue derrotado a los puntos, ya dentro del peso ligero. «Merecí ganar ese combate y no me dejaron despedirme como a mí me hubiera gustado. Ya tenía muchos años y había que dar paso a los jóvenes», asevera.
A partir de ese instante, nunca sin abandonar los cuadriláteros como entrenador, comenzó su relación con el atletismo. «Cuando combatía, llegué incluso a acabar alguna maratón. Pero fue en los años 90 cuando me inscribí en el club de toda mi vida, el San Antonio, con el que he disputado ya 29 maratones», agrega.
Un plan bien diseñado
El plan de ataque establecido por el deportista palentino para culminar con éxito el trayecto entre Santander y Palencia, no tiene ningún misterio, señala Arenas. «Saldré a las 12 de la mañana del día 19, viernes, atravesaré el puerto de Pozazal, y llegaré el sábado a Palencia, sobre las cuatro o las cinco de la tarde. Confío en cruzar Aguilar de Campoo sobre las dos de la mañana», señala con total naturalidad.
Si todo va como espera este modélico atleta, tardará en recorrer los 200 kilómetros unas veintiséis horas. «Tengo ya casi 53 años y esto no está al alcande de cualquiera», relata.
El trazado, que ya ha sido estudiado y repasado en varias ocasiones por José María Ibáñez Arenas, no reviste un grave inconveniente, expresa con autoridad. «Lo más complicado será cruzar Pozazal. Luego, desde a Aguilar a Palencia, es casi todo bajada y la exigencia física será menor», puntualiza.
Pero Arenas no estará solo en la aventura, ya que contará con el apoyo de varios compañeros. «Unos irán corriendo conmigo y otros en bicicleta, que van a ser los que me avituallen. En este sentido, no faltarán las barritas energéticas, la fruta (membrillo en especial) y, en esta ocasión, sí que me voy a tomar algún sandwich». Pero si importante es comer, tanto o más lo es beber. «El agua y las bebidas isotónicas serán mi fuente. Lo que tampoco descarto es tomar alguna que otra cervecilla sin alcohol». (Risas).
Otro de los temores que tiene Arenas se refiere al apartado físico. «Correr por la noche no me asusta. Es más, me va bien porque prefiero el fresco al calor. Las que sí que van a sufrir, y mucho, van a ser las rodillas. Esta circunstancia me ha llevado a efectuar otra novedad con respecto a las anteriores carreras, como es la de llevar a un fisioterapeuta para que me apoye y rehabilite», finaliza.
«La experiencia es un grado», dice el refrán, y José María Ibáñez Arenas no hubiera podido plantearse el objetivo del próximo día 19 de marzo entre Santander y Palencia si no hubiera corrido con anterioridad dos pruebas de gran fondo, que recuerda con un enorme cariño.
Dos bonitas historias
Fue el 17 de marzo del 2007 cuando el púgil-atleta palentino experimentó las sensaciones emocionales y físicas en los cien kilómetros que separan Guardo de Palencia. Llegó tranquilo a la meta, como si acabara de tomarse un café. Pocos podían creer que venía de recorrer cien kilómetros. «Recuerdo que había hecho una apuesta con mis compañeros de trabajo consistente en que si no terminaba la carrera en menos de trece horas dejaría de lucir melena, pero finalicé con un tiempo inferior a las doce horas y media y gané la apuesta», subrayó el ex boxeador.
La llegada consituyó toda una expresión de efusividad, aunque Arenas reconoce que no todo fue un camino de rosas. «Tuve un problema al paso por el kilómetro 35.Me detuve un poco porque me empezaron a dar fuertes pinchazos en una rodilla. Me coloqué incluso una rodillera y, al final, todo quedó en un susto», evoca.
El segundo capítulo en la andadura, nunca mejor dicho, de Arenas en la lucha contra el cáncer, tuvo lugar a finales del mes de marzo del año 2008. En aquélla oportunidad, el punto de partido fue Barruelo de Santullán y el de llegada Villamuriel de Cerrato. 128 kilómetros separaban estas dos localidades palentinas y el ex boxeador tampoco defraudó.
El solidario corredor tomó la salida desde Barruelo porque allí residió de pequeño y tiene a bastantes familiares, y llegó a su destino tras dieciocho horas de carrera continua. «Fue mucho más dura que la primera carrera, ya que había más subidas. Tuve momentos de flaqueza, pero no pensé nunca en retirarme porque sabía que había mucha gente esperándome en Villamuriel y no les quería defraudar ni a ellos ni a mí mismo. Fui tenaz y cabezón», rememora.
Estas dos experiencias han forjado un espíritu de acero en José María Ibáñez Arenas, capaz de superar las más duras adversidades. Sabe que el próximo día 19 de marzo, si consigue su objetivo, tendrá que volver a cambiar la ropa deportiva por el mono de trabajo de soldador, aunque lo importante era su finalidad: un objetivo solidario.

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